Despierta
despacio, se resiste a dejar los sueños, las aventuras que abundan en sus
madrugadas. Permanece unos
minutos sin abrir los ojos: es una holgazana que se estira disfrutando
del calorcito que le ofrece el acolchado.
Hoy es su
cumpleaños. En este día, Piera quiere renovar sus votos con la vida. Sabe que hacia
afuera será un día como tantos, que pocos se acordarán de la fecha y menos la
llamarán. Solo los incondicionales de siempre.
Hoy no le
importan los saludos, las frases repetidas año tras año.
Hoy quiere ser
feliz, a su estilo, hacia adentro, sin alboroto. Sonriéndose. No aceptará
invitaciones a cenar, si es que habrá alguna. Será ella con ella.
Ya se regaló un bouquet de junquillos que vio en el puesto de flores de la esquina. Recordó los que bordeaban los canteros en la casa de la infancia y que siempre florecían en esta época. Su palidez y la fragilidad de su aroma, junto al del café con leche, le desearán el primer feliz cumple.
El desayuno de
cada mañana, mientras mira el descolorido cielo de junio, tendrá el sabor que
ella quiera darle. Un sabor nuevo, como este nuevo año que le empieza.
Por un día se
olvidará del pasado, de aquellos que se fueron y no regresaron, de los que la olvidaron
o que ella olvidó. Tampoco necesita trazar proyectos para el futuro. Este hoy
es todo lo que le cabe.
Piera quiere
vaciarse de lo superfluo, de lo improductivo, de las películas dramáticas que
su mente urde en cada situación incierta.
Se pregunta si
se puede planear ser feliz. No, —se responde— la felicidad te llega, inesperada
como un soplo de brisa que agita las cortinas tiesas de un cuarto. Como la
aparición de un amor en el que aún no se ha instalado la monotonía.
Como el nacimiento de un hijo, como tantas cosas grandes y pequeñas que te
tocan el alma.
No, la felicidad
no se planea, te roza, te obsequia momentos únicos, diamantes en bruto que hay
que pulir por dentro para que brillen externamente y los demás disfruten de la
luz clara que te envuelve como un aura.
Piera se lo dice
y sabe que es así porque lo ha vivenciado. Ella no es una máquina que produce
dicha, por eso la valora cuando la siente, cuando la irradia.
Se levanta, va a
la cocina, prepara el café con leche y las tostadas con la mermelada casera de
naranjas, el queso blanco untable. Igual que todas las mañanas.
No puede
proponerse ser feliz desde un mandato mental. Sí puede preparar el terreno,
disponer el ánimo para que la vida florezca serena. Piera cree que es un
ingrediente indispensable de la felicidad.
© Mirella S.
— 2017 —
Retomé la escritura de las Historias de Piera, una idea que
empecé hace un par de años y quedó en el tintero.
No es una novela, tampoco es autobiográfica, si bien la primera
publicación, Angelito de hollín, se basa en una experiencia personal.
No soy Piera… pero en ciertos aspectos lo soy. Su mundo interior
refleja algunas emociones con las que me identifico.
Hoy reinauguro sus vivencias, recuerdos, estados de ánimo.
Empecé a diseñarle una vida, donde aparecerán nuevos personajes y, a medida que
surjan, dejaré un breve resumen recordatorio de lo más importante.
Son escenas sueltas, sin un orden cronológico, sobre una mujer que
recuerda, reflexiona, siente.
Espero les guste. Abrazos para todos.